jueves, 17 de noviembre de 2011

El tiempo pasa más despacio en los relojes grandes

El tiempo pasa más despacio en los relojes grandes. Las cosas siguen igual, inamovibles. Nadie hace nada por cambiarlas y yo tampoco estoy por la labor. A veces creo que todo es una puta mentira. Que nadie existe. Todos son sombras. Unas simpáticas y otras horribles y extrañas, capaces de atemorizarte e impedirme sonreír o llorar. Te congelan. Luego alguien te dice que debes mantener vivos tus valores, que debes creer en algo y aspirar a ser alguien en la vida. La primera vez te lo crees y comienzas a soñar.

Durante unos años -en el mejor de los casos- lo consigues y todo parece estar a punto de cumplirse, luego caes de la nube, sufres un terrible bajón que te deja inmovilizado y comienzas a odiar al hacedor de consejos. Te das cuenta de que ha mentido y de que tus valores han sido devorados por sus intereses y también te odias a ti, y encima el reloj no deja que el tiempo corra más deprisa.

Inicias un recorrido por el pasado. Recuerdas días en los que todo se cumplía según los planes, lo que en parte los convertía en días aburridos. Todo salía según lo previsto y no veías el peligro por ningún lado. Después, un buen día, algo se tuerce. Una insignificancia, pero no sale según la idea original y toda la estrategia comienza a derrumbarse. Alguien, un nuevo fabricante de consejos, te dirá que te has hecho adulto y que ya está bien de soñar. Ante la imposibilidad de romperle la cara de un puñetazo, sus palabras te harán pensar y te enrabietarás. Tal vez ya no sueñes, aunque el tiempo continuará sin acelerar. Tal vez la solución esté en cambiar de reloj.

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