martes, 20 de diciembre de 2011

PASTA PARA NAVIDAD (y II)


Al banco, como otras muchas veces en su vida, también llegó tarde. Por muy ingeniosa que pareciera la frase que había copiado a Thelma, tan sólo consiguió sorprender a los tres hombres que se dieron la vuelta y le apuntaron con unas curiosas pistolas mitad metralleta, mitad revólver. El resto, cinco clientes –dos mujeres y tres hombres- que ya tenían las manos en alto y no las bajaron con su triunfal entrada, y los cuatro trabajadores del banco siquiera se volvieron. Vamos, que no sólo había cola en la Oficina de Empleo, sino también para dar ‘palos’ en las sucursales bancarias.

No había duda de que el grupo que le había precedido estaba más organizado. Para empezar, llevaban pasamontañas de lana, que sólo dejaban ver los ojos y permitían hablar a través de un pequeño corte en el tejido. Recordó entonces lo que tantas veces se había repetido… hay que saber estar en todas las situaciones. También se preguntó sí las armas que le apuntaban habrían sido adquiridas en el chino como la suya. No era el momento de faroles.

Decidió que tenía que parecer seguro de lo que hacía y empezó a actuar. Quiso parecer el chico más duro del barrio, aunque estaba casi seguro que su destino estaba junto a los clientes con las manos en alto. Pensó en positivo. No tenía nada que perder. También pensó que su plan para conseguir el dinero para comprar los regalos de Navidad había sido un fracaso; también, que quizá todo había sido una locura.



Los pensamientos negativos colapsaron y echó el resto.
-          Siento molestar. No quiero interrumpir –dijo- esto es una acción de rutina para mi, sólo necesito unos billetes y os dejo seguir con vuestro trabajito.

Los del pasamontañas no daban crédito a lo que oían. Un tío con una media en la cabeza y con una pistola de juguete, que no engañaría ni a un poli de ‘Los hombres del Paco’, caminaba todo chulo hasta el mostrador, cogía un fajo de billetes de cien euros –aún con el encorsetado del Banco de España- y se dirigía a la puerta sin siquiera mirar a los hombres que tan sólo unos segundos antes le apuntaba con sus futuristas pistolas. Lo cierto es que en ningún momento dejaron de apuntarle, giraron en su dirección como si bajo la media hubiera un imán y sus armas no pudieran evitar la atracción.

El más bajo de los atracadores le dio el alto.
-          Espera.
Ya casi no podía respirar bajo la media. He sobreactuado, pensó.
-          Muy bien, pero nos vamos todos a la vez de aquí; seguro que de algún modo ya habrán avisado a la Policía, y si no están ya fuera, llegarán en segundos.

Los dos compañeros del atracador bajito recogieron del suelo unas maletas de viaje con ruedas –unas ruedas bastante más grandes que las habituales en este tipo de equipaje- y se dirigieron a la puerta.

Los clientes seguían quietos y con las manos en alto. ¿Cómo podían aguantar tanto tiempo? El miedo nos convierte en atletas de elite, confirmó.
Armas en alto salieron los cuatro a la calle. Los clientes marchaban delante, los utilizaron de escudo. En cuanto pisaron la calle sólo tenían una idea en mente… batir el récord mundial de maratón.

A los tres atracadores les esperaba una furgoneta, si le llegan a decir que la conducía M.A. y que bajo el pasamontañas estaban Hannibal Smith, Murdock y Tempelton Peck se lo hubiera creído. Sobre todo cuando el bajito tiró un cigarro al suelo y dijo que le encantaba que los planes salieran bien.

De los que no había ni rastro era de la Policía. Así que comenzó a caminar calle arriba. Tiró la Beretta de juguete en una alcantarilla –en las papeleras siempre las pillan los buenos detectives, y comenzó a redactar la carta a los reyes magos. No escucho ni una sirena y el resultó extraño.

Con los regalos comprados y dinero en el bolsillo, compró el periódico y se sentó a leerlo frente a la cristalera de la cafetería. Y no pudo parar de reir…
“Los trabajadores de una sucursal abandonan el país tras sustraer tres millones de euros de la caja de seguridad”
“La entidad participaba en un proceso de fusión con otras cajas y ya les había remitido sus cartas de despido, al igual que a otros 1,500 empleados”
“Según se puede ver, las cámaras de seguridad grabaron dos atracos consecutivos a la sucursal momentos antes de que los empleados huyeran. No los denunciaron. Se desconoce su paradero”.

Sonrió y pensó… Feliz Navidad!!! 

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