Pues nada, que hace unos días
recogí de mi buzón un elegante sobre remitido por mi compañía ‘amiga’ de telefonía, a la que pago nada menos que por el móvil, la conexión de internet y las
llamadas desde el ‘fijo’. Un sobre negro y naranja realmente atractivo; de esos
que casi dices si a todo lo que ofrezca antes de abrirlo.
Que nadie se eche las manos a la
cabeza y empiece a gritar “¡inconsciente!”. Abrí el sobre. Y también leí
detenidamente la sucesión de ofertas y beneficios a los que era acreedor por
ser cliente de dicha compañía. Hace tiempo aprendí que no se coge nada que te
de un extraño a la puerta del colegio ni se dice si a una compañía de telefonía
sin haber leído al menos cien veces la propuesta.
La página que detallaba el
abanico de inmejorables ventajas era aún más seductor que el envoltorio que
había recogido del buzón; increíble pero cierto, estuve a punto de emplear unas
gafas 3D que tenía por casa del último cine con sobrinos creyendo que aquello
que leía estaba impreso en múltiples dimensiones.
Mis ojos rápidamente se clavaron
en unos teléfonos denominados smartfhone. El mío –el que uso ahora- funciona
bien; pero aquella publicidad tan hechizante me estaba hablando. “Ve a tu
tienda más cercana y canjea tus casi 2.000 puntos (más o menos) por uno de
estos modelos de smartfhone”. Cuando la publicidad finalizó empecé yo a hablar
conmigo mismo. “Es cierto –me dije- voy a ser un tío moderno y hacer mis
llamadas y enviar mis mensajes acariciando la pantalla en vez de aporrear el
teclado”. Iluso.
- No puedes juntar los puntos del móvil, del fijo y
de internet, me dijo la chica de la tienda
-
Ya, pero en la publi me los han sumado.
-
Bueno pero no es así; ... existe una opción,
pero entonces pierdes el descuento que te hacemos desde que trajiste el número
a esta compañía.
-
¿Pero por qué?
-
Es así … Además, los terminales por los que
preguntas no entran en tu contrato.
-
¿Y entonces por qué me mandan está publicidad?
-
¿¿??? (imaginar dependienta encongiéndose de
hombros).
Entonces salió
el ‘yo vengativo y orgulloso’ que llevo dentro y dije:
-
Bueno, pues adiós… cuando cumpla la permanencia
que tengo contratada cambiaré de compañía; en ese momento estaba convencido de
que había dado en la línea de flotación de la compañía negri/naranja. Iluso.
Sin siquiera
mirarme, la chica balbuceó:
-
Como quieras. Todas las compañías son iguales…
Con lo bonito que
era el sobre. Casi digo que si sin abrirlo.
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