Según he leído esta mañana,
los vampiros están de moda. Al parecer, a ‘True Blood’, ‘Crónicas Vampíricas’,
y ‘Crepúsculo’, en breve se unirá 'Underworld: Awakening', la cuarta entrega de
la saga vampírica protagonizada por Kate Beckinsale. Lo cierto es que
hace unos días empecé a sospechar que no era tan sólo una cosa de la tele y el
cine.
Bajo la influencia de las
recetas culinarias de mi madre y de la nueva afición de mi amiga María a la
cocina –se habla y sólo bien de sus paellas-, el lunes sufrí un poderoso ataque
de conciencia que trataba de picarme e incitarme a dedicar un poco más de
tiempo a los fogones.
Inició una conversación –la
conciencia digo-, sobre qué si tu antes te preocupabas más al preparar la
comida, qué si meses atrás no faltaba una ensalada para cortejar el primer y
segundo plato, qué desde cuándo no acompañaba las legumbres con un buen sofrito
y otras cosas que quedan entre mi conciencia y yo.
Le hice caso -a la conciencia.
Pero siempre pasa lo mismo; es decir cuándo has decidido decorar unas
estupendas lentejas con su correspondiente sofrito te sorprendes con la falta
ajo. Has tomado una decisión y hay que ser consecuente, así que bajas al súper.
Todo antes de que la conciencia comience otra vez a taladrarme la oreja. Y ahí
da inicio la historia; bueno, exactamente en la fila de supermercado, al ir a
pagar.
Mientras el señor que se
encuentra justo delante de mí abona su cuenta y recoge sus bolsas, yo deposito
la ristra de ajos sobre la cinta transportadora de la caja y escucho: “Ajos, no
los soporto, soy alérgico”.
La cajera –simpática como un
político en campaña- secunda el apunte reactivo del caballero: “Ya lo dijo
Victoria Beckham, España huele a ajo” y a mí –aún no se cómo sucedió- se me
escapa: “¡le pasa como a los vampiros!”.
Yo, la
verdad, respondía a la cajera con la que había entablado cierta complicidad a
fuerza de realizar la compra todas las semanas y, en concreto, al apunte spice. Pero al caballero no le hizo
gracia alguna; creo que ninguno de los dos comentarios, pero por su mirada
quedó claro que si tenía que elegir entre salvar de una muerte segura a la
cajera o a mí, yo ya podía ir pensando en knock
knock in the heaven door.
No era la primera vez que
precipitaba un comentario. Fue en clase de Griego, en Segundo de BUP, y el
profesor era conocido como ‘Zorba el griego’. Casi nada. El caso es que en Latín
había surgido una palabra griega. Eliseo, el profe de Latín, nos sugirió que se
la preguntásemos al responsable de la materia y así hicimos. Pero ‘Zorba’
dudaba en la respuesta y no se me ocurrió otra cosa que comentar voz en alto:
‘¡No se lo sabe! ¡No se lo sabe!’.
Los más antiguos del instituto
aún se preguntan por qué no me expulsó de clase. Existen dos teorías. En realidad, el tío tenía buen fondo y sentido del humor –así lo demostró con las
notas finales- o el temor a qué fuera del aula yo explicara que me había
expulsado por no saberse una respuesta. Es igual.
De regreso a la cola del
súper, el hombre/vampiro recogió sus bolsas y salió por la puerta echándonos
una última mirada de condena (espero que sólo por nuestros desafortunados
comentarios). No hacía calor, pero el sol estaba allí y ya se sabe la nefasta relación
entre la luz natural y este tipo de seres. No puedo asegurar a ciencia cierta
si se volatilizó o no nada más poner un pie en la calle, ya que medio colegio
de las Adoratrices se interpuso entre la puerta y él. Desapareció de mi vista.
“Que poco sentido del humor
–dijo la cajera- no lo había visto en mi vida. ¿Quieres bolsita?”.
PD: Si por lo menos hubiera
dicho “voy a darte la ocasión de elegir que yo no tuve”; la última frase de
‘Entrevista con el Vampiro’, mientras sonaba ‘Simpathy for the devil’ (versión
Guns and Roses)...
PD: Si por una casualidad, el
citado caballero lee estas líneas… espero que les encuentre el sentido de anécdota
graciosa… que tienen.
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